Sí, el mejor homenaje a Enrique González Rojo Arthur es leerlo y releerlo, como exhorta está Universidad Autónoma de la Ciudad de México, al convocarnos a este recinto.
Enrique González Rojo es, lo digo en tiempo
presente, no sólo un gran ser humano, un maestro, un filósofo y poeta, es
también un gran pensador y estratega político en beneficio de los trabajadores
y sectores sociales que sienten la crudeza de la explotación de su trabajo.
González Rojo conocía muy bien las
entrañas del Estado, ya sea capitalista o socialista, así como los ideales que
en ellos se persiguen, cuestión que significa más que conocer la dinámica
administrativa y política del Estado, la forma de reproducción de capital, o de
distribución de sus bienes, atendiendo al régimen y formación social de que se
trate.
En particular, en esta presentación de
su libro Manifiesto autogestionario. Hacía un encuentro con la esperanza,
comentaré algunas ideas en él contenidas en torno a la importancia de la
organización ciudadana para reorganizar y reestructurar una formación social,
como base primaria para establecer un proceso de producción autogestionario.
Es de señalar que la importancia de la
organización ciudadana se multiplica cuando la sociedad que se pretende cambiar,
vive, además de la crisis permanente intrínseca a su propia dinámica, la crisis
coyuntural de falta de legitimidad y credibilidad en sus procesos democráticos
y, por lo mismo, vive el agotamiento de sus medios para auto renovarse y
mantener los ideales democráticos que le dieron origen. Por supuesto, estas
ideas las expondré con la única pretensión de exhortarlos a leer el libro y que
sean ustedes mismos los que formen un criterio al respecto.
Con lo poco que he leído, me es posible decir
que las aportaciones teóricas realmente significativas surgen, siempre, de una
herejía, de un cuestionamiento al poder, a las deidades, dogmatismos y
prejuicios. González Rojo, en ese sentido, bien lo podemos ubicar como un gran
hereje. Un generador de conciencias en el ámbito social y político que siempre
tiene frente a sus ojos a un poder ilimitado, a un dictador o a un dios, al
cual hay que estudiar con objetividad y sentido crítico, alejado de pasiones,
pero manteniendo la razón y observancia del bien común.
Su herejía lo llevó a diversos hallazgos. Y ahí
están, entre otros, sus razonamientos contenidos en su “teoría científica de la
historia”, en “la revolución proletario—intelectual”, o en su texto, “hacía
una teoría marxista del trabajo intelectual y el trabajo manual”, en el
cual expone ampliamente su lucha y postura en contra del culto a la
personalidad, en contra de lo que él llama la “torre de marfil”, “el habitáculo
del complejo de superioridad”. Lucha que, agrega, no es “contra el intelecto,
la ciencia, la experiencia o la calificación del trabajo”, sino, como he dicho,
en contra de la “torre de marfil”. Su herejía, en suma, siempre va acompañada
de importantes hallazgos. Y en ese sentido, su Manifiesto autogestionario.
Hacía un encuentro con la esperanza no es la excepción, toda vez que en él
expresa todo un modelo teórico de organización social autogestionaria.
En este texto, Enrique nuevamente nos sorprende
no solo al cuestionar el envejecimiento de la mayor parte de los sistemas
capitalistas y socialistas para seguir sus ideales democráticos, sino también
en el cómo capitalizar esta coyuntura en favor de la lucha social autogestionaria,
en la cual no hay lugar, llegando a una cierta etapa, para los partidos
políticos y portavoces en general. Cuestión que de suyo y al margen de que
estemos de acuerdo o desacuerdo con él, es de agradecerle y razón suficiente para
leer sus reflexiones.
El punto central está en la ciudadanía, en la
organización ciudadana de acuerdo con las características propias de su cultura,
idiosincrasia y forma de vida, así como del tiempo y circunstancia o
especificidad histórica en el que se desenvuelven. En esta tesitura, Enrique
nos presenta la posibilidad de construir, desde los cimientos, una visión
integradora de país, un espíritu nacional donde no sean los grupos y los
grupúsculos la voz dominante que diseñe el sentir comunitario, sino que esa voz
sea la comunidad misma.
Cuando un país se sujeta al líder, al sistema
piramidal institucionalizado, al sistema que soporta la producción y
reproducción económico social, dejando de lado la presencia real y efectiva de
la ciudadanía, la consecuencia lógica no sólo será el seguir encumbrando a
líderes que solo sueñan con subirse a un pedestal y poner con letras de otro su
nombre en cualquier parte, sino también, minar, con el tiempo, la inmensa
vitalidad de la conciencia de todo un pueblo, propiciar su desaliento y falta de
credibilidad, ya no solo del Estado sino incluso de sí mismo. Vivir con miedo,
vivir para sobrevivir, deambular como ánimas en pena, sin proyecto ni
proyección de vida, sujetándose solamente a las posibilidades y benevolencia
que el poder le da.
De ahí la fortaleza, nos dice Enrique,
de buscar nuevas alternativas sustentadas en la autogestión social generadas
por las necesidades de la propia ciudadanía. De ahí la razón de esa parte del título
del libro que comentamos, que dice: “hacia un encuentro con la esperanza”, que
no es otra cosa sino la búsqueda y encuentro con el hombre comunitario,
solidario por naturaleza, a través de su propia conciencia y convivencia.
¿Es esto una utopía?, sí, pero es una
utopía sustentada en la realidad, en el comportamiento de un mundo que sí
existe, no es la utopía romántica e ideal de un espacio sin existencia,
presentado comúnmente sin dolor de parto, ni piedras en el camino, esa utopía
de terciopelo y algodones, esa utopía carente del “tópico”, de la materia base
y raíz que da vida al ser individual y colectivo, y proyecta la existencia y
comportamiento de una comunidad determinada.
Unir el comportamiento de la realidad, el ser,
y la utopía o búsqueda de una distinta organización de esa realidad, es lo que
nos confronta a la acción histórica y a la construcción de la conciencia,
individual y colectiva, de un hombre que vive en sociedad, esa conciencia de
entender que una parte de mí está en el otro y, por lo mismo, su comportamiento
y solidaridad es parte de la mía. Sin esta forma de construir la conciencia y
la historicidad del comportamiento social, es probable que solo se genere un
cierto velo de manipulación del ser humano que integra una comunidad y, en
consecuencia, una dudosa legitimidad de la forma de convivencia social a la que
se llegue.
Desde hace muchos años los instrumentos de
representación social se han alejado cada vez más de la sociedad que
representan. Razón por la cual, nos dice el autor que aquí se comenta, la autogestión
es una alternativa viable de organización social, pues significa que la
ciudadanía se organice en prácticas solidarias y apoyo mutuo, un modo de actuar
y organizarse en sí y para sí en forma autónoma.
Sin embargo, la autogestión también significa,
y aquí está el ideal económico-político y la aportación del Manifiesto
autogestionario, la posibilidad de “gestar un modo de producción
autogestionario”, ello, precisamente, a través de la operación organizada de lo
que Enrique llama la célula sin partidos (cesinpa), células que se organizan como
instrumentos promotores autogestionarios en los diversos puntos económicos,
culturales, sociales, entre otros, tanto a nivel nacional como internacional, que
conforman y tienen que ver con una formación social concreta.
La autogestión así vista, constituye un
medio orientador para encontrar y consolidar nuevas formas organizativas de
carácter social propias, con legitimidad y credibilidad en su actuar,
necesarias e indispensables para, posteriormente, construir propuestas
complejas de organización en las relaciones de producción. Socializar es
importante, pero es un actuar primario en la reestructuración del nuevo actuar
de Estado en un modo de producción autogestionario.
Por supuesto, nada fácil es y será el
camino por recorrer de estas nuevas formas de organización, ello en virtud que,
nos dice González Rojo en su texto “La autogestión: una nueva alternativa”,
en particular los operadores del capital “ante la aparición de estos embriones
de reorganización alternativa, no se cruza de brazos y se mantiene a la
expectativa, sino que, de mil maneras, trata de ahogar al niño en la cuna o, si
no puede llevar a cabo tal cosa, busca de impedir o de dificultar su
consolidación y desarrollo”.
Contra viento y marea, sin embargo, el Manifiesto
autogestionario constituye una piedra angular para adentrarnos con solides a
dicho tema, más todavía aquellas personas interesadas por el estudio de la autogestión,
el autogobierno y el modo de producción autogestionario.
Genaro González Licea
Caloclica, CDMX, 12 de marzo de 2024
Fotografía sin datar