Genaro González Licea
Ante la incredulidad y la
desolación social que se vive en mi país, el proyecto de rescatar a la vaquita
marina es un rayo de luz, una esperanza de que todavía es posible recuperar
espacios que nosotros mismos hemos destruido.
Efectivamente,
ante la falta de credibilidad de las instituciones públicas y ante la
desolación social que se vive por la corrupción en la estamos atrapados; ante
la desintegración política de partidos políticos de izquierda y derecha que han
perdido el pudor político y buscan obtener el poder por el poder; ante una
narcocultura que cada vez permea su forma de ser y pensar en los rincones de
los hogares del campo y la ciudad; y ante una campaña electoral sustentada en objetivos
y estrategias mediáticas, en la imagen de la persona y mensajes electoreros
carentes de viabilidad, más que en programas y propuestas bien sustentadas encaminadas
a constituirse en verdaderas políticas públicas que permitan incrementar el
nivel educativo, el empleo, la riqueza y la distribución de ésta en forma mucho
más equitativa que en el presente, se dio la noticia del rescate de la vaquita
marina, mediante acciones estratégicamente planeadas.
Noticia que, como era de esperarse, se perdió entre los
asesinatos de cada día y la verborrea de la gran mayoría de candidatos. Sucede
que como primer resultado del plan para salvar de la extinción a la vaquita marina,
especie endémica de México, se capturó a una de ellas en mares de nuestro
territorio, lo cual fue un triunfo y una prueba de que sí es posible emprender
acciones para rescatar a ésta y otras especies en extinción, a otros
ecosistemas, a otros espacios tristemente deteriorados, como el de los arrecifes
de coral por tanta basura, cementerios de basura, que les invade. Para mí, como
ya dije, fue un rayo de luz que me motivó a escribir, a dejar por un momento el
libro que preparo sobre defensa adecuada en materia penal y sistema penal
acusatorio.
Estimo
que esta acción es un claro ejemplo de lo que se requiere en nuestros días para
recuperar nuestra vitalidad y fuerza como país, pues en ella veo la posibilidad
real de emprender acciones ciudadanas que motiven a las instituciones del
Estado para generar una cultura de recuperación de nosotros mismos, de nuestros
sistemas ecológicos, culturales y de salud, por citar algunos ejemplos del
sinnúmero de temas que es necesario y urgente recuperar y están sobre la mesa.
Al
capturar dicho ejemplar, el Comité Internacional para la Recuperación de la
Vaquita (CIRVA) nos hizo ver, además de la viabilidad de su programa, que es
importante que el Estado apoye el apoyo para no desterrar del planeta a este
cetáceo, del cual se estima que sobreviven solamente treinta ejemplares en el
mundo y, más aún, lo imprescindible que es iniciar programas como éste en otros
terrenos y aspectos igual de importantes para el mejor desarrollo de todos.
Al
referirse a dicha vaquita, parte de la nota, publicada en el periódico El País, una vaquita marina para la historia de México, sábado 21 de octubre
de 2017, expresa que “un grupo de científicos logró capturar, por primera vez,
un ejemplar vivo del cetáceo más pequeño del mundo en las aguas del alto golfo
de California. Este es el primer resultado del plan para salvar a la especie de
la extinción” y agrega, “la marsopa, de aproximadamente seis meses de edad, fue
liberada el mismo día porque los expertos notaron síntomas de estrés en ella
(sin embargo) los biólogos aprovecharon para, durante algunos minutos, tomar
muestras de tejido y material genético que les permitan desarrollar una
alternativa de crioconservación. El material será enviado al Frozen Zoo en San
Diego (California, Estados Unidos) para descifrar la secuencia del ADN de la marsopa”.
De esta manera, sin triunfalismos
declarativos, sino con pasos firmes para lograr lo que se busca, el grupo de
científicos perfila su investigación y cautiverio como medida urgente de
protección. Enseñanza más que olvidada en nuestros tiempos, ya que es por todos
sabido que investigación y docencia van siempre juntos, igual que investigación
y operación de la misma, fijada en programas concretos, en el caso, en la
conservación y reproducción de dicha vaquita.
Por otra parte, debo comentar que me
interesó mucho escribir sobre el citado programa de conservación y
reproducción, porque todo indica que estamos atrapados y bombardeados de
información que fomenta el miedo a la población, el miedo como estrategia de
poder y control social, donde un pequeño grupo se beneficia de ello.
Hay que decirlo, muchas acciones como
el programa que aquí comentamos se están llevando a cabo en el país. En ellas
participa no solo la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales,
sino también el Estado mismo por medio, por una parte, del establecimiento de
un marco normativo exprofeso para respaldar tanto a los programas como a las acciones
específicas del mismo, en el caso, la prohibición de la pesca en las aguas del alto golfo de
California y, por otra parte, con inversiones concretas y de seguimiento igual.
México, nos dice la ya referida nota periodística, “ha invertido más de 100
millones de dólares en respaldar el plan de emergencia para evitar la extinción
de este cetáceo”, lo cual, estimo, se traducirá en una incuestionable
rentabilidad social.
La lección es simple. Ante la falta de credibilidad de las
instituciones del Estado, el camino para reconstruir nuestro proyecto nacional
es emprender acciones específicas que la misma sociedad civil genere, requiera,
necesite, y que éstas se vean respaldadas por el Estado con la transparencia
debida. Partidos políticos, sindicatos y acciones unilaterales del Estado,
desde la cúpula y el escritorio, desde arriba hacia abajo, son, en estos
tiempos, a todas luces obsoletas. Con el tiempo, tal vez, las cosas cambien.
Por lo pronto, el programa de rescate y
conservación de la vaquita marina es, por los tiempos mismos, un rayo de luz
que marca el buen camino.