lunes, 28 de septiembre de 2015

Ciudadanía y derechos humanos


Tráfico de indocumentados, ¿un tema olvidado?


 Genaro González Licea

 

 * Foto: Ingrid L. González Díaz
Acostumbrados a señalar al otro sin recordar que ese dedo que señala nos señala. Nos admira y asombra el caminar errante de una multitud de sueños que se dirige a Europa. La migración es dolorosa y cruel. El drama de la migración la podemos constatar en miles de relatos e imágenes que lastiman la conciencia y los ojos de las personas que las miran y las leen.

          Ahí está la imagen del niño sirio dormido para siempre a la orilla del mar sobre la arena. Símbolo propio de los efectos de un siglo inestable y desigual que arroja a la pobreza humana a la esperanza de encontrar un lugar que no existe por otro que tampoco está.
 * Foto: Ingrid L. González Díaz

          El futuro, la esperanza, murió en la travesía, en la valsa migrante de un mundo que perdió el control. Valsa en esta ocasión, en otras las ruedas del tren y en otras más las heridas que ocasionaron las vallas, las púas y los golpes de los miles de persecutores que vigilan un sistema de migración caduco. El drama de la migración. Emprendido el viaje un rastro de intimidad se deja en cada paso. El lugar que nos vio nacer nos arroja, como fugitivos a un lugar que no se encontrará nunca. Los refugiados, en realidad, se cobijan en sí mismos. Saben perfectamente que ese es el único espacio, digamos país, que ellos firmemente tienen. Migrar es un huir constante de un lugar a otro, de una esperanza a otra. Incluso en este andar, hay migraciones muy personales, íntimas, migraciones donde uno huye, consciente o no, de uno mismo.

          Caravanas de migrantes que van y vienen es uno de los episodios más recurrentes de la historia. Cada país tiene su mar mediterráneo, su zona de penumbra, su panteón donde yacen los seres desconocidos. Nosotros, los mexicanos, tenemos el río Bravo, las fosas de San Fernando, los cementerios en el desierto. Los poblados fantasmas donde el viento llora por los que se van y el día entierra a los que se quedan. En las migraciones las personas van desnudas y desahuciadas de amor. Una sola ilusión les cubre el vacío de sus entrañas: la esperanza de encontrar un lugar que, en el fondo, aunque ellos saben que no existe, lo buscan con la esperanza de morir tranquilos, de ser otros y a la vez los mismos.

          Sé que hay diversas causas para emigrar. Una puede ser porque el lugar donde se habita no se acepta la forma de pensar, otra por la situación de violencia que en el lugar impera, y otras, las más, por el hambre que se tiene. De todas ellas, entre tantas otras, la migración de la pobreza es la arista que se aborda menos.

          El individualismo posesivo de la reproducción de capital y el reparto inequitativo de éste, su concentración e inequidad cada vez más técnica e inhumana, han propiciado una enorme desigualdad social, una monopólica riqueza y una amplísima pobreza. El niño sirio arrojado por el mar a la playa de Bodrum en Turquía, igual pudo ser en el rio Bravo o en el Suchiate, lo que realmente plantean es la necesidad de contar con un nuevo sistema migratorio en el ámbito mundial.
 
 * Foto: Ingrid L. González Díaz

          La migración de la pobreza de Turquía o África a Europa, o de centro américa a Estados Unidos, o en ambas referencias a cualquier país del mundo, lo que exigen es que los países ricos ya no se limiten a aceptar una cuota de emigrantes, como si éstos fuesen animales a encerrar en un corral. ¿Es difícil entender que la humanidad no está sujeta a cuotas, que los países más pobres son los más solidarios y los que acogen un importante número de migrantes, con gesto humanitario, sin importar, como lo señalan diversos marcos constitucionales, entre ellos el nuestro, origen étnico o nacional, género, edad, discapacidades, condición social, condiciones de salud, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas? ¿Acaso este gesto humanitario es propio de los vencidos o de los países esclavos de los dueños del capital?

          ¿Es difícil entender que así como el capital, movimiento financiero y productivo se globalizan, así también se expande la pobreza y, por lo mismo, la migración de ésta debe absorberla el mismo sistema productivo, financiero o de reproducción de capital también mundial?

          El problema ya no es de dádivas o ayudas de países ricos a países pobres. El problema es la enorme brecha en la desigualdad social, la concentración de capital, la inequidad en la distribución del ingreso. La política de ayudas se sustenta sobre la necesidad de explotar mejor al otro, en lazos de política exterior con los cuales las potencias marcan el terreno de los países ayudados como propios. La pobreza no es un problema intrínseco de la condición humana, sino es un producto de la explotación del capital.

          La migración de la pobreza actual difícilmente se resolverá con apoyos o dádivas de los países ricos. Se requiere la incorporación de las personas migrantes al proceso productivo, al empleo para decirlo claro. El flujo de empleo a nivel internacional es común ya en las grandes empresas y países ricos, cierto, esto se ubica realmente solo a nivel ejecutivo, a nivel de trabajo intelectual. El siguiente paso, sin embargo, debe ser a todos sus niveles. La globalización de capital acompañado de la globalización en el empleo. Es la correspondencia lógica, no hacerlo sería mezquino.

           A todo esto, empero, se asoma un problema más: la carroña del tráfico de indocumentados. Tema que por lo general se olvida en esta migración de la pobreza y que está penalizado en todo el mundo, entre otras cosas, por su exigencia de lucro y chantajes con la necesidad de los migrantes.

          La penalidad es severa. En el caso mexicano, la persona que lo cometa será privada de su libertad de ocho a dieciséis años, además de las sanciones correspondientes. Ello de ninguna manera viola la garantía de proporcionalidad de las penas contenidas en el artículo 22 constitucional, en virtud de que el bien jurídico tutelado, nos dice una resolución de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, amparo directo en revisión 2556/2011, no se constriñe al control de los flujos migratorios a cargo de las autoridades administrativas, sino también a la salud pública, a los derechos humanos de los inmigrantes (la vida, la dignidad, la integridad física, entre otros) y al respeto al orden jurídico y a la seguridad nacional.

          El tema de la migración del hambre da para mucho más. Por lo pronto, basta decir, por ahora, que uno cuando emigra sabe bien que aunque regrese ya jamás regresará. Los usos y costumbres son otros y los mismos. El árbol creció, otro se cayó. Aquellas bardas y fuertes muros que se vieron al partir, ahora están roídas como los dientes de los abuelos. En realidad, uno en el fondo es exiliado de sí mismo.

          Es evidente que estas líneas las escribí sobre los que por cualquier razón huyen de un lugar a otro. Después lo haré sobre los que se quedan, la otra parte del mismo drama, pues a los que huyen y a los que se quedan les une el dolor de abortar a solas. El otro al emigrar se queda, y el que se queda emigra al emigrar el otro.
 
 
* Foto: Ingrid L. González Díaz
 
* Pendiente de publicarse en Congresistas, periódico bimensual.

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