miércoles, 21 de septiembre de 2011

Deuda externa y soberanía nacional*

Tanto la deuda externa como la soberanía nacional constituyen temas complejos. Sin embargo, se complican más al unirlos, al tratar de dilucidar su importancia en el comportamiento nacional, al hacerlo se forman nervios de poder, llagas que duelen, bombas de tiempo que nos remiten a un contexto de crisis económica del Estado mexicano. ¿Qué peso de negociación se puede tener con una producción nacional débil y una industrialización igual? Solamente el peso de la soberanía, la aceptación de un nuevo modelo económico de reproducción de capital. En estas condiciones,  y sea cual  fuere la  respuesta,  no se  espere que los intereses del capital internacional, prestador de dinero fresco, mantengan como objetivo el que florezca la economía nacional; no, la ingenuidad aquí no cabe. Lo que se pretende es incrementar su capital financiero, al mismo tiempo que generar un espacio para la reproducción del mismo. El caso de México es claro al respecto, al renegociar la deuda externa se lesionó la soberanía del país, en la medida en que aceptó programas de conversión de la deuda externa, como por ejemplo, por medio de inversión extranjera directa, y privatización de la deuda por medio de la participación predominante de la banca comercial.
Le sigue a lo anterior, la necesidad de estudiar las condiciones, los efectos, los compromisos que imponen las instituciones acreedoras por concepto de la deuda externa contraída y, en consecuencia, la función que asume el Estado mexicano al negociar la deuda señalada. Todo indica que en dicha negociación el Estado no puso en juego la postura de romper o modificar las causas que han propiciado el endeudamiento externo nacional, sino únicamente las formas y alternativas para poder pagarla; en este sentido, podemos decir que la deuda que nos ocupa se asume como compromiso del Estado y, por tal motivo, de injerencia directa del Congreso de la Unión, en razón de que tal compromiso, en primer lugar, comprometió la soberanía del Estado mexicano en cuanto que éste se incorporó al comercio internacional proporcionando una serie de concesiones a capitales y políticas externas y, por otra parte, respaldó el fomento de la dinámica financiera nacional más que la productiva.

*González Licea, Genaro, Ensayo sobre la reestructuración del Estado mexicano, Amarillo editores, Derechos Reservados a favor del Autor, México, 2001.

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