viernes, 9 de septiembre de 2011

¿Y la ética del poder? *

A la memoria del
 Dr. Guillermo Floris Margadant

En una de las varias ocasiones que traté al Dr. Guillermo Floris Margadant, quien era Presidente de la Comisión Dictaminadora del Personal Académico “Grupo Quince” de la Facultad de Derecho, de la UNAM, me permití recordarle mi gratitud por unas palabras suyas que me revitalizaron y permitieron salir a flote de cierto pesimismo en que caí al observar la mezquindad que se da cuando la teoría y la práctica no van más allá del beneficio personal, del beneficio por el beneficio mismo. Cuando lo posesivo se sobrepone a lo colectivo; cuando se rompe el justo medio entre teoría y práctica, desarrollo individual y social; la generosidad de dar y recibir; la humildad de ser uno mismo sin dejar de ser parte del otro. Sus palabras decían que “en nuestra época, el ideal, algo pasivo, de honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere, ya no basta; de todos nosotros se requiere estudio serio y luego actividad para crear un mundo en el cual cada uno pueda desarrollar sus facultades, en los tres campos esenciales de la vida privada, las satisfacciones físicas, las intelectuales y las culturales, sin perjuicio para el desarrollo de los demás, un mundo en el cual tantos millares de pequeños obstáculos administrativos y ritos sociales tradicionales, algo anacrónicos, eco de épocas primitivas, dejen de obstaculizar la simple alegría de vivir hic et nunc; en el cual lo científico y la caridad se compenetren progresivamente; en el cual lo creativo se incremente cada vez más, con detrimento de los rasgos posesivos, la colaboración sustituya cada vez más la envidia, y los verbos de "hacer", "vivir" y "ser" triunfen cada vez más claramente sobre el "tener".”
¿Por qué retomo lo anterior? Porque en estos momentos parecería que en todos los sectores de poder se sobrepone el interés individual sobre el colectivo; el beneficio de recibir sin el complemento de dar; la búsqueda del ascenso por el ascenso mismo, del mandato por el mandato mismo; del ejercicio del poder falto de ética.
Por lo mismo, no es casual que impere la hipocresía, el cinismo, el doble juego. Ello me lastima no solamente como mexicano, sino también como ciudadano que se ve humillado en su dignidad humana. Soy profesor y como tal mi lucha la libro frente a mis alumnos, frente a cualquier persona que me permita compartir sus ideas, su visión de mundo; con cualquier ser humano que me permita intercambiar ideas. Estas líneas, incluso, véanse como parte de mi condición docente.
Lo reconozco; los descaros, los acuerdos ocultos y las verdades a medias, me llevaron a ver los días tristes y las calles desoladas. Me levanto a solas. Me reconforta saber que soy parte de una sociedad civil viva, caminante, con proyectos e intereses. Soy parte de una sociedad civil que sigue a pesar de que el ejercicio del poder nos tome el pelo, nos manipule, nos mienta, nos deje fuera de sus decisiones.
El poder ejercido sin la sociedad civil mexicana. El poder ejercido por el poder mismo, y frente al mismo poder, cual espejo fiel y único interlocutor.
¿Y dónde quedó el hermoso proceso histórico de transición que inició el país en el año dos mil? Está en la sociedad civil, no se ha perdido ni se perderá. ¿Son tan grandes los compromisos del Estado como para que realmente no podamos ser nosotros mismos sin dejar de ser parte del otro? ¿Será que la izquierda, la derecha, los centros y los extremos, han renunciado a la construcción de un proyecto nacional? Todo indica que su compromiso se da con la democracia, con el desarrollo y comportamiento democrático de los individuos, mas no con los intereses de clase de los mismos.
Ochenta millones de mexicanos están en juego; ¿están en juego? No, creo que no. De ahí mi tristeza y que me haya permitido citar, tanto las palabras del maestro Margadant, como escribir desde mi soledad y recogimiento; desde la vida que sigue y la muerte que espero; desde la desesperanza y el desencanto humano.
Veo un panorama desolado, un Estado en ruinas. Busco un jefe de Estado y no lo encuentro. Busco alguien que hable de frente a la nación, que no huya a la crítica, a la confrontación de ideas y principios, y tampoco lo encuentro. A todos los hombres de Estado que toman las decisiones reales de poder, los veo agazapados fomentando la cultura del rumor y del engaño. ¿Acaso se han extinguido los políticos y estadistas en México? ¿Dónde están los líderes políticos con la capacidad real de asumir la conciencia colectiva? ¿Dónde está el “nuevo príncipe” producto de una transición? ¿Será que la derecha en el poder ha quedado atrapada en el protocolo, en la política de la imagen, el rating, las cámaras, los aplausos y las declaraciones?
Declaraciones que van desde el considerar que los problemas nacionales se pueden resolver en cuestión de minutos; hasta la solicitud de pedir: “... básicamente no agredir a Estados Unidos o al presidente Bush...”, así como: el “FMI marca el camino”. México planificado desde la política económica del Fondo Monetario y el Banco Mundial. El financiamiento viene de ahí, escúchese entonces, México es parte de los países económicamente dominantes en el sistema financiero mundial, pero claro está, como un país maquilador. ¿Y cómo no serlo si en él es prácticamente nula la educación e investigación; cuenta con graves problemas de corrupción e inseguridad pública, en tanto que sus partidos carecen de legitimidad y liderazgo?
Llamo a la reflexión crítica, al estudio de la realidad política y social del país, a estar lejos de las disputas desgastantes de los nombres y apellidos.
*González Licea, Genaro, Ensayo sobre la reestructuración del Estado mexicano, Amarillo editores, Derechos Reservados a favor del Autor, México, 2001.

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