viernes, 9 de septiembre de 2011

El PRI: entre masas y cuadros*

El Partido Revolucionario Institucional deja de manifiesto que sus principios ideológicos, sociales y económicos, se engendraron con los principios de la misma revolución mexicana y la constitución de 1917; sus cambios, desde su creación hasta la fecha, al respecto han sido de forma, solamente de forma. Empero, queda de manifiesto también, que su estrategia política no fue la de incorporar “masas” sino cuadros, sectores, llámese obrero, campesino o popular. Debo decir, incluso, que el PRM, en su momento, llegó a incorporar al sector militar: “los miembros del Ejército y la Armada, que constituyen el sector militar del partido, forman parte del mismo en su carácter de ciudadanos y no como representantes del instituto armado del país, habida cuenta de que las funciones de este último se mantienen al margen de la actividad política”.
La hipótesis sigue en pie: desde el poder se delinearon las acciones del partido; desde el poder se cambiaron sus siglas, se elaboraron declaración de principios y programas de acción; desde el poder se asumió la tarea de mantener los principios revolucionarios y vigilar el cumplimiento de la Constitución Política de 1917. Con el tiempo, al PRI se le llegó a ver como a una dictadura de partido, como un aparato ideológico de gobierno cuyo fin era mantener al gobierno mismo, más que representar a los sectores por él creados. Con el tiempo, los vicios en el uso del poder llevaron a dicho partido a una falta de credibilidad y ausencia de ideas y proyectos: por sobre todas las cosas se fueron sobreponiendo los comportamientos, no los ideales, las representaciones de aplausos y caravanas, a las realidades sociales. Con el tiempo los extremos llegaron: se ocultaron atrocidades, corruptelas; negociaciones sin proyecto nacional, compromisos, complicidades.

El PRI tomó la decisión de no renovarse o, posiblemente, no pudo hacerlo. ¿Y cómo renovarse teniendo bajo su historia una falta de credibilidad que no se generó de la noche a la mañana? ¿Cómo transformarse sin evadir su responsabilidad histórica de apoyar el neoliberalismo y permitir las grandes crisis económicas, deuda externa y extrema pobreza que hasta estos momentos padecemos? ¿Cómo transformarse si se alejó de su declaración de principios y programas de acción? Llegamos así a la segunda tesis de fondo: el PRI se alejó del PRI.
La inercia del pasado es lo que permite que la elite del Revolucionario Institucional “flote”, camine por la piel del gobierno, no del Estado, sin proyecto nacional, sin la fuerza de reformar un marco jurídico, económico y político de una nación caída en la crisis y el desencanto. Efectivamente, el PRI se hirió de muerte a sí mismo; sucumbió en su soberbia, en su historia misma; en su historia cuyo valor en esta coyuntura de transformación social se vuelve inútil, obesa, obsoleta. En nuestros días el PRI ya no es otra cosa más que una nomenclatura, una lista de personas, un recuerdo; el  recuerdo, tal vez, del fuero de otros tiempos. ¿Y cómo no ser otra cosa más que una nomenclatura, si es evidente que el fin por lo que se creó se ha perdido; los principios nacionalistas y revolucionarios ya no existen, llámense “igualdad jurídica, económica y social de todos los hombres”; “economía mixta derivada del derecho”, o bien, “obligación del Estado de dirigir y orientar la economía nacional”. Y si ya no existen los ideales tampoco sus expresiones.

*González Licea, Genaro, Ensayo sobre la reestructuración del Estado mexicano, Amarillo editores, Derechos Reservados a favor del Autor, México, 2001.

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