viernes, 9 de septiembre de 2011

¿Morirá el presidencialismo mexicano?*

A mi hija Frida,
reconociendo su esfuerzo intelectual y su enseñanza
para que Diana, Ingrid y yo no claudiquemos.

A los jóvenes de la cultura de cortar y pegar, del mouse en la mano y de la vida virtual, ¿les dirá algo la figura del presidencialismo? Creo que no; menos aún al percibir que en México en este principio de siglo tal figura yace sobre ruinas; sobre espejismos de ética, escándalos y descréditos de liderazgo. ¿Será por ello que se pretende hacer un acotamiento a las funciones constitucionales del Ejecutivo federal, y con ello al presidencialismo? ¿O será acaso que en estos momentos la figura del Presidente mítico, todo poderoso, ya no se requiere para acelerar la identificación de los jóvenes, de la sociedad en su conjunto, con el desarrollo democrático del país?
Naturalmente, entiéndase como desarrollo democrático, un proceso disociado de los intereses, organización, defensa, concientización en sí y para sí de las clases, sectores, estratos y grupos sociales. Entiéndase como desarrollo democrático un “festín” de aplausos y coincidencias.
Menciono lo anterior por que todo indica que en las esferas del poder, los “nudos del poder”, para unos, el “triángulo de hierro” para otros, se entiende como democracia el hecho de fomentar la incorporación de individuos a la “atmósfera”, al “aroma”, a la “piel de la democracia”; lo cual se traduce en propiciar la incorporación de los individuos como individuos al “festín de la democracia”; al gran espacio virtual donde los hombres y las mujeres, los niños y las niñas, los niños y las niñas antes de nacer incluso, los animales, las plantas, los privados de libertad, los que roban y secuestran, los que matan, los mares y el firmamento, los ancianos y los muertos (artistas o no), todos, todos por sí o por interpósita persona, tienen derechos y obligaciones en este mundo, en este espacio que nos toco vivir; todos tienen voz, voto y significado “democrático”, tareas iguales o semejantes, destinos, usos.
Efectivamente, en el “festín de la democracia” es donde todos debemos concentrarnos. La voz y el reclamo, el llamado a filas, el himno de lucha y toque de guerra lo constituyen las garantías individuales y los derechos humanos. ¿Antes no se respetaban? ¿Los derechos humanos son un instrumento de poder?; dicho de distinta manera: ¿Es un instrumento que responde como pretexto a la parte humana, en razón de que responde centralmente a una necesidad de poder?. ¿Por qué en estos momentos Estados Unidos los promueve? Sería interesante un estudio sobre la materia, sugiero y dejo el siguiente título para que alguien lo retome, incluyéndome claro está: “Los derechos humanos y la historia del poder”.
En la democracia del festín y piel de seda, es capital el éxito, el fracaso, el “tener”, la mezquindad posesiva del tener por el tener mismo; la fragmentación del poder, la atomización del mismo; la anarquía como doctrina política, social y moral que pugna por una sociedad, o comunidad “anarjos”, “sin jefe”, sin conductor y mando; por una sociedad más que de caos, de completa flexibilidad política, económica, cultural, social.

*González Licea, Genaro, Ensayo sobre la reestructuración del Estado mexicano, Amarillo editores, Derechos Reservados a favor del Autor, México, 2001.

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