lunes, 22 de agosto de 2011

El nuevo federalismo mexicano*

Dentro del proceso de reestructuración del Estado mexicano, el tema del federalismo ocupa un espacio especial, no precisamente porque sea un tema novedoso, sino porque ha sido prácticamente desterrado de la vida nacional. El centralismo del poder a hecho del federalismo una decoración constitucional, una agresión a cada una de las Entidades Federativas, a su población y soberanía. Desde la transferencia de recursos presupuestales, hasta la transmisión y fortaleza de poder a personas que ostentan de por sí poder regional; agréguese a lo anterior, la decisión, desde el centro del poder, sobre quién gobernará a cada Estado, cuándo y cómo lo debe de hacer. Estos factores, con el paso del tiempo, han castrado la iniciativa histórica de los Estados que componen la federación, de ahí, precisamente, la importancia de incorporar el tema en el marco de transición que vive el país.
La recuperación del federalismo es el punto central a debatir. El tema requiere mesura, reflexión, ello entre otras cosas, porque se espera que ya no se resuelva por decreto. El nuevo federalismo debe debatirse dentro del propio contexto de la sociedad civil de cada uno de ellos, dentro de sus Congresos Locales. En esta tesitura, la Conferencia Nacional de Gobernadores es, solamente, una parte del proceso. Los presidentes municipales se han pronunciado también en el debate, de igual manera que los dueños de capital en cada una de las regiones, digamos, por ejemplo, Monterrey, Guadalajara, la región de Soconusco (tal era y es su riqueza que Miguel de Cervantes Saavedra, en su momento, pidió gobernarla), Estado de México, interminable sería la lista.
De la misma manera, otra parte del proceso lo constituye el replanteamiento constitucional del federalismo contenido en los artículos referentes a la coordinación fiscal, de salud, educación y, sobre todo, del artículo 124 de la Carta Magna, que dice: “Las facultades que no están expresamente concedidas por esta Constitución a los funcionarios federales, se entienden reservadas a los Estados”. Con relación a este artículo hace tiempo comente que realmente la idea que debe prevalecer en él es la siguiente: “lo que la Constitución no delega a la federación se entenderá reservado a los Estados, a sus usos y costumbres, a su forma de ser individual y social”; la razón es que los Estados buscan participar en un real federalismo, el reto es la conformación de un pacto social, de un marco legal acorde con los inevitables compromisos del Estado mexicano.
Por el debate mismo, considero oportuno citar las palabras que sobre el federalismo pronunció Venustiano Carranza, diciembre de 1916, en la Junta Inaugural del Congreso Constituyente, palabras que como petardos taladraron al Congreso, a la sociedad mexicana en su conjunto; palabras que, en su nombre, pongo en cada uno de los Senadores y Diputados Federales y Locales, en el Congreso Constituyente que estoy claro que llegaré a ver: “Igualmente ha sido hasta hoy una promesa vana el precepto que consagra la federación de los Estados que forman la República Mexicana, estableciendo que ellos deben de ser libres y soberanos en cuanto a su régimen interior, ya que la historia del país demuestra que, por regla general y salvo raras ocasiones, esa soberanía no ha sido más que nominal, porque ha sido el poder central el que siempre ha impuesto su voluntad, limitándose las autoridades de cada estado a ser los instrumentos ejecutores de las órdenes emanadas de aquél. Finalmente, ha sido también en vana la promesa de la Constitución de 1857, relativa a asegurar a los Estados la forma republicana representativa y popular, pues a la sombra de este principio, que también es fundamental en el sistema de gobierno federal adoptado para la nación entera, los poderes del centro se han ingerido en la administración interior de un estado cuando sus gobernantes no han sido dóciles a las órdenes de aquéllos, o sólo se ha dejado que en cada entidad federativa se entronice un verdadero cacicazgo, que no otra cosa ha sido, casi invariablemente, la llamada administración de los gobernadores que ha visto la nación desfilar en aquéllas”.
La vana promesa de la Constitución de 1857 sobre el federalismo, es equivalente a la vana promesa que sobre el mismo tema expresa la Constitución de 1917. Un federalismo sin federación, equivale a desconocer Constituciones y soberanías Locales, una Constitución Federal, un marco de Estado de derecho. ¿Y qué se encuentra en contrapartida?, despotismo, soberbia de poder, degradación y exilio de procesos democráticos.
Definitivamente, debe cambiar la relación del gobierno federal con los gobiernos de las entidades. Se requiere de un federalismo que propicie la autonomía financiera de los Estados, fortalezca su sentido histórico y evite al máximo el centralismo, la palabra de dios: “yo te doy los recursos para que vivas”. Se requiere de un federalismo donde se haga presente el peso y participación del poder local, la autonomía y fortaleza económica, la sociedad civil, los grupos de presión y de interés, partidos políticos, sindicatos, obreros, campesinos, estudiantes, entre otros sectores sociales, de cada una de las entidades.

*González Licea, Genaro, Ensayo sobre la reestructuración del Estado mexicano, Amarillo editores, Derechos Reservados a favor del Autor, México, 2001.

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