jueves, 25 de agosto de 2011

Transición y compromisos de Estado*

La transición que vivimos desde la década de los ochenta y en una nueva etapa desde el 2000, no solamente es el cumplir compromisos económicos contraídos por la deuda externa (contar con un patrón de acumulación de carácter neoliberal donde es mejor importar café, maíz, frijol, manzana, azúcar, entre otros, que producirlos; patrón de acumulación predominantemente financiero, especulativo, unilateral y sin consensos), sino también, dialécticamente, en responder a una necesidad de contar con un país autónomo en lo económico, con una soberanía y voz propia.
Es a partir de esta premisa como surge la posibilidad de que este país pueda incorporarse con un proyecto nacional propio y con una economía abierta, a un mercado global. ¿Y cómo lograr lo anterior?. Mediante una legitimación y legislación de todas y cada una de las etapas, objetivos y compromisos de todos y cada uno de los agentes sociales que se dan cita en el proceso de transición.. Solamente la legitimación y legislación de los consensos sociales pueden constituirse en la plataforma para una real transición del Estado mexicano.
México requiere liberarse de su dependencia económica, requiere recuperar su soberanía nacional, y de ahí establecer su soberanía compartida; sin ello, es muy difícil que cuente con una voz, con una presencia económica, política y social, en la escala que sea, si es que esto se mide por escalas; es distinto que con fortaleza se convierta en maquilador que, como hoja a merced del viento se nos designe como país maquilador, ello en virtud de que como país deudor acata disposiciones del acreedor. México requiere ser una sociedad en sí y para sí, y desde ahí ser una sociedad integrada, con su propia calidad histórica, al resto del mundo.
En este proceso de transición, si bien es cierto que todos los poderes de la Federación deberán participar desde su ámbito de competencia, también lo es que recae en el poder Legislativo, la función principal de encabezar dicho proceso. Para tal efecto, tal poder deberá emprender una serie de trabajos legislativos que permitan, sin prisa pero sin pausa, la conformación de consensos sociales. De no hacerlo así, caeremos en el espejismo de la transición, en el desencanto y la desesperanza.
El poder Legislativo cuenta, desde el año 2000, con un dato objetivo, evidente: la sociedad mexicana en su conjunto manifestó por la vía y conductos democráticos, que era necesario transformar las viejas estructuras de poder, reestructurar un nuevo Estado con base a un nuevo pacto y proyecto nacional.
Repito, si bien es cierto que los poderes de la Unión deben responder a este sentir, le corresponde sobre todo al Congreso de la Unión retomar y emprender trabajos legislativos que lleven a consensos; trabajos tales como: la soberanía nacional, el comportamiento de los partidos políticos fuera de un marco constitucional y dentro de un sentir social, el equilibrio de poderes de la federación y la reestructuración de los mismo, los controles constitucionales, el papel del ejército mexicano, la participación de entidades y municipios en el pacto federal, la integración de un proyecto nacional en su dimensión económica, política, social y cultural de ochenta millones de mexicanos que viven en la pobreza (sea alta, media, baja, extrema baja o alta), y 20 millones que viven en Estados Unidos, el comportamiento del Estado en el marco internacional ante la legislación internacional en general, derechos humanos, comercial, penal.
Sobre este último tema es de señalar que existe, por ejemplo, un Tribunal Internacional, una Comunidad Europea formada por quince países que están por generar una Constitución General Europea —qué curioso, el pensamiento de Simón Bolivar en Europa—. Con el tiempo habrá una Unión de Países del Continente Americano y, por consiguiente, una nacionalidad norteamericana (no es casual el reconocimiento de doble nacionalidad en varios países de nuestro continente Americano), y una Constitución General Norteamericana. De ahí la fortaleza de una identidad nacional, de ser una nación con voz propia hablando al mundo.

*González Licea, Genaro, Ensayo sobre la reestructuración del Estado mexicano, Amarillo editores, Derechos Reservados a favor del Autor, México, 2001.

No hay comentarios:

Publicar un comentario