lunes, 22 de agosto de 2011

La esperanza de recuperar un real Estado de derecho*

Es urgente recuperar un real Estado de derecho, bien lo merece y lo exige un país que ha soportado tantos y tan variados excesos. No es posible que cien millones de mexicanos vivan el en exilio, ochenta dentro de su propio país, veinte en tierra norteamericana, naturalmente, a estas cifras se debe incorporar las tasas de crecimiento poblacional anual.
Lo más prudente en estos momentos de transición, es propiciar, vía trabajos legislativos, consensos sociales, mecanismos que permitan formar una nueva sociedad, nuevos partidos políticos, nueva burguesía nacional, de no ser así, lo único que se logrará es fortalecer pequeños núcleos de poder. Se deben replantear las columnas vertebrales del Ejército, Fuerza Aérea y Armada de México, su fortaleza es indispensable, su lugar en la Constitución Política también. La sociedad quiere un Ejército de Estado y no de gobierno, de no lograrlo existe una enorme probabilidad de que contemos con un Ejército, Fuerza Aérea y Armada dolido, herido en sus entrañas, entre otras razones porque en lugar de custodiar a una nación, su soberanía, sus ciudadanos, estaría vigilando solamente a las instituciones de un gobierno (gobierno y Estado no es lo mismo), pero, lo más grave, es que siendo fiel a sus convicciones, se percate de que, para hacer lo anterior, es preciso olvidar el cumplimiento de uno de sus deberes: defender precisamente al pueblo mexicano; y ¿cómo defenderlo, si como institución está por encima de él? El pueblo, la sociedad, los millones de pobres, lo verían entonces como un enemigo, como una institución ajena a la dinámica social mexicana. Retomo las palabras centrales de reflexión: es indispensable que Ejército, Fuerza Aérea y Armada cuenten con una función constitucional.
Insisto, es de capital importancia contar con real Estado de derecho, un Estado donde los servidores públicos asumen nuevamente la mística y responsabilidad institucional de cumplir y hacer cumplir la constitución y leyes que de ella emanen. Es indispensable romper el círculo vicioso de la negociación y evasión de la ley. Es importante también, generar nuevas figuras tutelares del Estado, semejante al juicio de amparo y al Ministerio Público.
En un país que camina sin rumbo, donde los líderes se mienten a sí mismos por tradición, por “cultura política”; recurso electoral que hunde cada vez más el descrédito de los políticos, de su función gubernamental, de las instituciones del Estado. La sombra de la mentira nos aplasta, corroe, deforma, nos aleja de un Estado de derecho. Todo giran en relación con la mentira y el engaño, no de acuerdo a un sistema normativo, de legalidad. Empero, guardo la esperanza de que en cada mexicano exista una flama de honestidad, una flama que lleve a decir que las cosas no son así, que pueden cambiar. Ejemplifico lo anterior, con las elecciones del 2000, en ellas fue la derecha y sectores a fines quien eligieron al presidente de la República, la derecha entregó el poder a la derecha, en eso no hay duda, pero tampoco la hay en que en esa misma elección se capitalizó la manifestación emocional de la sociedad civil, un juego y rejuego que solamente se pudo expresar porque en la sociedad existía esa reflexión, esa honestidad que lleva a un mensaje para los gobernantes y para la sociedad misma, un mensaje de “basta ya”. En un país así, toda reflexión que lleve a un Estado real de derecho es y será siempre bien recibida.
El ver un México floreciente, es una ilusión que nace desde la raíz de nuestra historia y está más allá de hechos coyunturales como el de un Estado privatizado, desnacionalizado (véase el caso de los bancos en el año 2000) y transnacionalizado en los puntos estratégicos de su economía; de posturas que ven el proceso de transición como una kermés de pueblo. En lo particular, tengo la esperanza de que un día mi país comparta, para sí y para el mundo, su grandeza.
*González Licea, Genaro, Ensayo sobre la reestructuración del Estado mexicano, Amarillo editores, Derechos Reservados a favor del Autor, México, 2001.

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