jueves, 25 de agosto de 2011

La transición en México: proceso de consensos*

Para Susana Díaz Ramírez:
Una fuerza que no conoce la palabra “claudicar.”


Todo proceso de transición encierra dolor de parto, reto permanente, mesura, mirada crítica y autocrítica, despersonalización y, porqué no decirlo, esperanza de que las cosas realmente cambien para todos, en particular y en mayor medida, para los ochenta millones de mexicanos que viven en la pobreza, sea ésta de la escala que sea. Este proceso de transición es el que vive México desde la década de los ochenta, con una nueva fase desde el año 2000. Durante estos años la transición ha sido a veces efusiva, a veces tensa; un día los acuerdos se atan, en otro se desatan. El común denominador y problema de fondo, es que prácticamente nada del proceso de transición se ha instrumentado con base a trabajos legislativos preconstituyentes, a consensos en relación con puntos concretos, posturas políticas, manifestaciones de intereses de clase o sectores de clase.
En estos momentos es altamente probable que alguien, con justa razón, pregunte: ¿Y hacia dónde va nuestra transición? Repito, han faltado consensos, trabajo legislativo. Es tal la apatía social a la cual se ha llegado respecto de las acciones públicas que, a la pregunta anterior, aseguraría que más de una persona contestaría: “vamos hacia lo mismo;” “las cosas son de otra manera lo mismo.” Lamentable contestación para un momento histórico único, complejo, irrepetible, de una sociedad que vive una transición real y concreta, pero que, de olvidar los consensos, su transición será fragmentaria, parcial, elitista, de la cúpula para la cúpula. Si es el caso, entonces, efectivamente, para ello no se necesitan consensos sino acuerdos.
¿Implica un gran esfuerzo el hacer una campaña legislativa donde se manifieste la necesidad de cambio, de transición hacia un nuevo modelo económico e instituciones que cuenten con credibilidad?; ¿implica un gran dolor el reconocer la necesidad de contar con un nuevo sistema de partidos, democracia real y reestructuración de Estado?; ¿es difícil mencionar públicamente, que la transición mexicana lo que pretende es un reencuentro de voz e historia?. Muchos intereses confluyen, los externos predominan, no se digan los compromisos contraídos por la reestructuración de la deuda externa. Un nudo importante de la transición es aquí donde se presenta. Las cadenas financieras proporcionan un corto margen a la autonomía relativa del Estado mexicano, especialmente frente a la economía norteamericana, ¿qué límites marcar?, ¿cómo conformar dentro del marco de reproducción de capital un proyecto nacional?
El problema es de libertad y soberanía. ¿En qué condiciones una y otra?; aquí está el reto de la transición. Tal vez hablar de libertad condicionada y soberanía compartida nos lleve a fijar en forma realista, sin idilios, la postura que como país se debe establecer después del proceso de transición. Yo entraría a un debate nacional por este camino, empero, es de señalar que se tome el camino que sea, considero que mínimamente existen dos preguntas centrales a contestar: ¿cómo hacer que florezca la formación económico-social mexicana?, ¿qué sucedería si México se levanta ante la economía mundial, como en su momento lo hizo Japón, con una voz propia pero compatible con el proyecto económico norteamericano?

*González Licea, Genaro, Ensayo sobre la reestructuración del Estado mexicano, Amarillo editores, Derechos Reservados a favor del Autor, México, 2001.

No hay comentarios:

Publicar un comentario