lunes, 22 de agosto de 2011

¿Es posible que la sociedad se desconozca en sus leyes?*


Difícilmente se puede llevar a cabo una reestructuración integral cuando la sociedad ya no se reconoce en sus leyes, y el Estado en lugar de invertir en su economía y generar consensos, se pronuncia por establecer políticas restrictivas e intimidatorias. Situación grave, tensa. ¿Es complicado entender que en estos momentos a la mayoría de la sociedad mexicana ya no le importa verse reflejada en sus leyes, ni quedarse sin comer un día más, de hecho, día a día se levanta buscando ganarse el pan, sobrevivir? Los fenómenos sociales han desbordado los parámetros jurídicos. Esta mayoría requiere fuentes de trabajo, desarrollo social, transformar su economía informal, generada, por sí misma, para sobrevivir; requiere transformaciones cualitativas no simples reformas o actos cíclicos, de otra manera lo mismo. Requiere dueños de capital que inviertan en sectores productivos nacionales y, de esta manera, se recuperen los plantíos de papaya, café o azúcar, entre otros. Esta mayoría requiere de un sector nacional que le encauce en su potencialidad y por medio de un Estado democrático y de derecho. Rechaza la desnacionalización de la economía mexicana.
Sobre el particular, me atrevo a recordar aquí las siguientes palabras, válidas en nuestros días, de Mariano Otero al referirse en su Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestión social y política que se agita en la República mexicana, a los sentimientos de la nación en un periodo de gestación de independencia: “la miseria de la nación consiste en que una gran parte de los objetos de su consumo los recibe del extranjero y en que no hay equilibrio entre los efectos que toma de éste y el producto de los giros que le ministran los artículos de cambio”; líneas después, agrega: “He aquí a la república. No me extenderé en manifestar el resultado de esa fisonomía: la imperfección de las relaciones sociales de un todo sin armonía, sostenido únicamente por el atraso general de la sociedad: la fragilidad de esta obra, en la que la parte material progresaba todos los días destruyendo el arreglo moral, sin que éste tuviera recursos para ir ganando el terreno que perdía, es una cosa tan patente que no merece ser detallada. Preciso era, pues, que ese conjunto de elementos heterogéneos, que ese edificio sin bases, por todas partes combatido, sufriese grandes conmociones, y la primera de todas, la más natural y sencilla y la que debía venir primero, era la de la emancipación”.
La lucidez de Otero adquiere plena precisión y actualidad, al recordarnos que “este sentimiento de independencia, tan natural al hombre y que es mayor mientras la sociedad está más atrasada, debía ser la primera inspiración de este pueblo. La clase más numerosa, la excluida de todos los beneficios sociales, la que sentía sobre sí el peso de la injusticia y la opresión, y en cuya mayor parte existían profundos recuerdos de odio y de venganza, estaba sin duda en extremo dispuesta a lanzarse a una lucha que su valor salvaje y la miseria de su vida no le hacían temer, puesto que veía en ella la ocasión lisonjera de vengar sus agravios y de mejorar de condición…”
La miseria en México se agudiza cada vez más. Es el momento de reestructurar las aristas del Estado teniendo en cuenta la pobreza nacional, el sentir nacional. El Nuevo Estado hay que construirlo y no precisamente por medio de buenas intenciones, besos en la sortija pontificia, golpes de pecho y afanes publicitarios. La ciudadanía está preparada para llevar a cabo trabajo político, trabajo legislativo; está preparada para construcciones auténticos consensos sociales entre grupos, clases y sectores de clase.
Recalco la idea, la sociedad mexicana no está por una reforma de Estado sino por una reestructuración de éste. Una reforma revitalizaría la estructura de gobierno pero agudizaría los problemas a mediano plazo, precisamente porque la sociedad ya no le interesa revitalizar algo que ya no quiere. La sociedad está por un reencuentro como nación, por un nuevo proyecto nacional, por un Nuevo Estado: vigoroso, floreciente en su economía, democracia y sistema jurídico. Digo lo anterior, por supuesto, sin cuestionar el trabajo que está llevando a cabo la Comisión Especial para la Reforma del Estado de la Cámara de Diputados, el cual veo como un primer gran acercamiento cerio para responder al sentir nacional, es el paso previo para que, posteriormente, hablemos de una Comisión Espacial para la Reestructuración del Estado mexicano.

*González Licea, Genaro, Ensayo sobre la reestructuración del Estado mexicano, Amarillo editores, Derechos Reservados a favor del Autor, México, 2001.

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