jueves, 25 de agosto de 2011

El reencuentro de un camino nacional*

Varios detonantes se dan cita en una transición, uno de ellos es de capital importancia valorar y meditar: el de la necesidad y búsqueda de reencontrar un camino nacional en el desarrollo económico, político, social, cultural, sin perder de vista un contexto internacional. Al meditar lo anterior, considero que es enriquecedor valorar la idea siguiente. Nuestro país es una historia de liberación y conquista, el escenario de criollos y españoles se repite: así como los criollos en su momento lucharon por su liberación de España, así también, sectores de la economía mexicana luchan ahora por romper la dependencia y el papel maquilador y comercializador que ha asumido el Estado mexicano con respecto a la economía norteamericana en la fase de globalización. Se deben buscar consensos, recuérdese que la fuerza y debilidad de una transición es precisamente que son muchos los intereses que participan y están en juego; de ahí precisamente que la única posibilidad real de llevar a buen término una transición política, económica o social, es a través de consensos que estarán marcados dependiendo el tipo de democracia y forma de Estado de donde emanen.
Los consensos encierran acuerdos, reglas claras de participación social, costos y consecuencias políticas, efectos y proyecciones socioeconómicas; los consensos son compromisos asumidos con madures, sentido crítico y perspectiva histórica de todos y cada uno de los agentes, instancias, grupos y clases sociales que se dan cita en la formación económico-social en proceso de transición.
De ahí que la transición sea una tarea compleja, lenta y a largo plazo. Considero que la posibilidad de lograr o no la transición que vivimos, dependerá mucho de lo que se quiera y bases en que se sustente. ¿Se quiere una transición de elite, de cúpula, fragmentaria y parcial?, o, por el contrario, ¿se quiere una transición general, amplia, que comprenda la formación económico social en su conjunto? En el primer caso se requieren acuerdos, valores entendidos, diálogos a media luz. En el segundo, se requieren consensos. En la transformación de una formación económico-social, los pasos que se den deben ser de consenso, de lo contrario no son pasos, son sombras, vacíos, actos que “aran en el mar”.
El momento histórico que vive el país posibilita una transición que va mucho más haya de una modificación superficial, parcial, a treinta años (al 2030; años más, años menos, del vencimiento del pago de la deuda externa). La sociedad mexicana está por una transición estructural; busca creer nuevamente en su propio Estado, pero sin olvidar la presencia de los compromisos y acuerdos contraídos con el exterior. El Estado que la sociedad mexicana concibió en 1910, a través del tiempo se alejó de la base social que lo formó, llegando incluso, en los últimos años, a que el Estado gobernara al Estado, el gobierno al gobierno. Esa fue la lección del 2000. Muchos cuestionamientos se pueden hacer al respecto, empero, nadie puede negar, que el actual presidente de la República llegó con el peso y la fuerza, del voto popular.
Por lo anterior, considero que la transición que vive la sociedad mexicana requiere de todos y cada uno de los intereses sociales que integran el Estado; requiere de consensos para la transición y el cambio; cada cual de acuerdo a su interés de clase o fracción de clase, gremio o comunión social, política o ideológica. En un proceso de transición no hay excluyentes. En este sentido, ¿qué mejor base para la transición de una sociedad que parte ya de una democracia, como es el caso de la mexicana, de una participación de poderes?, ¿qué mejor inicio que la conformación de consensos sociales y la legislación de los mismos?
Es indispensable la elaboración de trabajos preconstituyentes que bien pueden ir desde abordar temas de soberanía nacional, recomposición de sistemas de partidos, nuevo proyecto de política económica, entre otros; hasta, por qué no, llegar a consensos en una Ley General para la Transición del Estado Méxicano, o Ley para la Reforma Política del Estado Mexicano. Lo central es que el poder Legislativo elabore trabajos preconstituyentes que lleven a consensos para lograr una transición hacia un nuevo comportamiento de Estado; hacía un Estado real de derecho.
Yo aseguro que un proceso conformado de esta manera, dará como resultado no solamente una nueva constitución política, sino un nuevo país, un país libre. La historia no es nueva, primero perdimos nuestra libertad y dimensión histórica por medio de la conquista; posteriormente, siendo ya un país indígena, mestizo y criollo, recuperamos nuestro destino en un contexto de instituciones democráticas; más tarde, sin perder el sentido democrático, entramos a una transformación de Estado cuya meta y razón de ser, fue la rectoría económica, sentido social y responsabilidad de organizar, cito el artículo 26 constitucional, “un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional que imprima solidez, dinamismo, permanencia y equidad al crecimiento de la economía para la independencia y la democratización política, social y cultural de la Nación”. Efectivamente, para lograr lo anterior fue necesario un proceso revolucionario. Ahora la revolución está en la cibernética.

*González Licea, Genaro, Ensayo sobre la reestructuración del Estado mexicano, Amarillo editores, Derechos Reservados a favor del Autor, México, 2001.


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